¡Rebelión en los E.E.U.U.!

UN HITO QUE MARCA UN CAMINO DE LUCHA EN EL CORAZÓN DEL IMPERIALISMO
Históricas movilizaciones sacudieron al centro del capitalismo mundial. Un asesinato racial por parte de la policía de EE.UU desata la furia de millones de personas en el contexto de una crisis capitalista agravada por la pandemia. El fracaso de un sistema social basado en la desigualdad económica, racial y de género que plantea la necesidad de derribar el sistema. Un balance y una perspectiva de la lucha en los EE.UU.
El pasado 25 de mayo fue brutalmente asesinado el ciudadano afro-descendiente estadounidense George Floyd a manos de 4 policías blancos en la ciudad de Mineápolis en los EE.UU. Los videos que rápidamente empezaron a circular en las redes sociales mostraban como el policía Derek Chauvin mantuvo a George en el piso con las manos esposadas y la rodilla presionando sobre su cuello durante casi 9 minutos. A pesar de las súplicas repetidas de no poder respirar por parte de Floyd, el policía no solo no se inmutaba si no que con clara premeditación se mantuvo en esa postura hasta asegurarse la muerte del arrestado.
El suceso que de forma aparente se da por el supuesto uso por parte de Floyd de un billete falso en una tienda, en realidad tiene raíces más profundas como es el hondo desprecio que instituciones como la policía (de mentalidad esclavista) tienen sobre la población pobre, afro-descendiente y latina en una sociedad como la norteamericana, quebrada por enormes desigualdades sociales.
La escena criminal a plena luz del día por parte de los agentes de “seguridad” desató una de las oleadas de indignación más impresionantes de la historia de los EE.UU que no se veían, por la magnitud y la potencia, como las que siguieron al asesinato de Luther King en los años 60 del siglo pasado. Los movilizados que a un principio intentaron protestar pacíficamente fueron provocados por la policía que intentaron aplacar el movimiento con una fuerte represión a base de gases y balas de goma. Esto encendió aún más la rabia de los manifestantes que se multiplicó por cientos de miles en las principales ciudades y Estados de Norteamérica, en el que el foco de la furia fueron las estaciones policiales, los centros comerciales e instituciones financieras. Incluso en Washington los manifestantes lograron entrar a los recintos de la Casa Blanca obligando al presidente Trump a refugiarse de forma momentánea en un Búnker.[1]
Las repercusiones de las movilizaciones tuvieron un profundo impacto político a nivel nacional e internacional. El presidente Trump avivó más el fuego con declaraciones que apuntaban a profundizar la represión contra los “terroristas” y “saqueadores”, dando órdenes para que sectores de reserva del ejército como la Guardia Nacional tomaran el control de las ciudades más convulsionadas. El conjunto de los partidos imperialistas norteamericanos (demócratas y republicanos) se solidarizaron con la policía aprobando el toque de queda con el afán de apaciguar las movilizaciones.
Las impresionantes batallas que pudimos presenciar se dan en el contexto de un escenario electoral en EE.UU, que dentro de un cuadro más amplio se enmarca en una extendida crisis capitalista profundizada por las consecuencias de la pandemia del COVI19. Terreno sembrado de minas y regado de pólvora como ese permiten explicar la escalada en la lucha de clases en el corazón del capitalismo mundial.
Crisis capitalista y desigualdad social
El asesinato de Floyd no es producto de la casualidad, sino de un sistema social y un régimen que tiene como herencia la esclavitud y el exterminio de las poblaciones indígenas. EE.UU logró ser una potencia imperialista a través de una primigenia acumulación de capital en base a la explotación de esclavos negros traídos de África, por un lado, y la expansión territorial arrasando las poblaciones autóctonas, por el otro. La Guerra de Secesión, la lucha por los derechos civiles y en general los movimientos por la igualdad si bien fueron promoviendo la inserción de la población afrodescendiente, en los hechos reales la esclavitud siguió existiendo, pero revistiendo formas más sofisticadas.
El éxito imperialista de EE.UU luego de la 2º Guerra Mundial, el privilegio de su burguesía de proyectarse y acaparar los mercados de todo el mundo, su poderío militar, su tecnología avanzada, y que en lo ideológico se corona con la idea del “sueño americano”, se contrasta con el fracaso interno de su régimen social que resulta en una profunda desigualdad económica en la que los ricos son verdaderamente los más ricos del mundo, mientras que los pobres (la mayoría de la población) están en los niveles de la pobreza del tercer mundo. Y dentro de este mundo de pobreza claramente son los negros y latinos los principales afectados.
Los datos son elocuentes: Un negro tiene el doble de probabilidades de vivir en la pobreza o estar desempleado que un blanco. Y, en términos de patrimonio neto, los hogares blancos son por lo menos 10 veces más ricos que los negros, de acuerdo a las estadísticas de 2017 de la Reserva Federal. (Datos del Centro de Investigación Pew)[2]
En el caso de los enfrentamientos con la policía también se doblan las probabilidades de morir siendo negro. El 24% de los muertos a manos de la policía son negros, aunque el grupo sólo constituye 13% del total de la población del país. (Datos de la ONG Mapping Police Violence).[3]
Los datos de la población carcelaria son indignantes, al punto de que hay seis veces más presos negros en proporción a la cantidad de habitantes. En 2018 había 2.272 reclusos por cada 100.000 negros adultos, una tasa casi seis veces mayor comparada a los 392 encarcelados por cada 100.000 adultos blancos.
Lo mismo sucede con la mortalidad infantil y con cada dato que uno investigue. Por ejemplo, el acceso a la salud: el 19% de la población afroestadounidense no tiene seguro de salud, una situación que ha tenido consecuencias frente la actual pandemia de coronavirus. El caso más notable es Chicago, donde los negros representan 68% de las muertes por covid-19 a pesar de que constituyen el 30% de la población de la ciudad.
Frente a esta inexorable realidad hablar de “sueño americano” es una quimera, se trata de una mitología burguesa yanqui que encubre el “paraíso” para un puñado de empresas y familias, pero la enorme mayoría de la población pobre en la que los negros juegan un papel predominante sufren su propio infierno.
¿Qué significado tienen estas luchas en el mediano y largo plazo?
Claramente la causa de la desigualdad racial y la brutalidad del asesinato policial fueron un factor explosivo en las históricas movilizaciones en EE.UU. El racismo exacerbado de un sector de la población contra la comunidad negra y latina que tiene un portavoz directo en la Casa Blanca en la gestión de Trump, fueron colmando un vaso que pronto tenía que rebalsar. Cualquier análisis debe tener en cuenta este hecho trascendental.
Pero desde una mirada marxista es necesario indagar en las causas más profundas de los acontecimientos. Asesinatos de negros por parte de la policía y de forma arbitraria es un fenómeno normal de la “democracia” norteamericana, de hecho, existen movimientos permanentes de lucha contra la brutalidad policial como el Black Lives Matter, que justamente se origina como reacción a la impunidad de la institución policial en los crímenes raciales.
Pero esta vez el crimen se da en un contexto marcado por una grave crisis económico-social capitalista, que, si bien tiene como elemento extraordinario la pandemia del COVID19 que la profundiza, ya viene desarrollándose desde el 2008 sin el menor síntoma de mejora. Una verdadera década perdida fundamentalmente para los jóvenes que no ven perspectivas, y que sus expectativas chocan de forma frontal con la cruda realidad.
El efecto de la crisis capitalista más el estrago de la pandemia solo en los Estados Unidos hicieron que se esfumen más de 20 millones de empleos, con una cifra de casi 14% de desempleo en la población.[4]Ya son más de 40 millones de personas las que pidieron un subsidio de desempleo.[5]Si bien la reapertura pos cuarentena puede inicialmente hacer caer esas estadísticas la tendencia general es al estancamiento.
En ese escenario turbulento para la burguesía ¿Qué sigue?
En este contexto las movilizaciones marcan un punto de inflexión con resultados positivos que debemos sacar como conclusiones para seguir desarrollando, al mismo tiempo que debemos develar las limitaciones para estar mejor preparados en las siguientes luchas.
En relación a lo primero debemos decir que las movilizaciones tienen una trascendencia histórica no solo por la magnitud de los enfrentamientos, sino por que marcan un punto de inflexión en la conciencia de importantes capas de los oprimidos en una época de crisis social de un sistema capitalista que no puede dar respuestas. Y el hecho de que sea en el corazón mismo del imperialismo tiene un impacto muy fuerte para el resto de los explotados del mundo.
Otra cuestión que las movilizaciones y la furia popular demostraron es que cuando las mayorías se movilizan, los gobiernos por más poderosos que sean económicas y militarmente como es el mismísimo EE.UU, se ven acorralados y las instituciones más inmaculadas se ven superadas en la acción directa. Toda la parafernalia de la “democracia” norteamericana que parece omnipotente en tiempos de paz, con el estallido de la lucha de clases se ven envueltas en la vorágine del poder arrasador de las masas (bancos, estaciones policiales incluso la Casa Blanca). Esto marca un hito del que deben partir las posteriores luchas en EE.UU.
En cuanto a las debilidades podemos hablar de la espontaneidad de las movilizaciones y la falta de canalización política independiente que hace que el movimiento poco a poco se apague. La necesidad de la incorporación de la poderosa clase obrera norteamericana es un factor clave para darle un carácter de clase a la lucha. Este hecho generaría un salto cualitativo en la perspectiva histórica y atemorizaría de forma terrible al gobierno y la burguesía yanqui. De hecho, se vieron algunos elementos de solidaridad obrera en las manifestaciones y también algunas huelgas.
El mayor obstáculo en ese camino son las burocracias sindicales que juegan como cadena de transmisión de los partidos patronales de los demócratas y republicanos. Ese lastre tendrá que ser barrido en las inevitables nuevas luchas que se desarrollarán en el seno de la clase obrera con la profundización de la crisis capitalista. La clase obrera debe incorporar en sus luchas como aliado imprescindible al poderoso movimiento de las reivindicaciones de los afro descendientes, latinos y jóvenes sin futuro que juntos pueden arrinconar a cualquier gobierno y plantear una salida revolucionaria a la crisis.
En esa perspectiva se podrá desarrollar un partido de trabajadores independiente y socialista para contraponer al vetusto régimen capitalista de una clase burguesa decadente y parasitaria, el nuevo gobierno lozano de los trabajadores norteamericanos que cambiaría para siempre el rumbo de la historia de la humanidad.

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