CÓMO LUCHAR CONTRA LOS TRANSGÉNICOS

El Decreto Supremo Nro. 4232 de Añéz -al igual que el Decreto Supremo Nro. 4378 de Evo Morales- busca la introducción de semillas transgénicas en los cultivos de maíz, azúcar, algodón, trigo y soya.
En este artículo no entraremos en un análisis técnico exhaustivo. Para eso hay páginas y agrupaciones que tienen una larga trayectoria en el estudio de los transgénicos, tal como bolivialibredetransgenicos.com, la cual recomendamos. Incluso haremos extractos textuales de sus artículos. Nuestra propuesta, en cambio, es dar mayor foco en la lucha de clases que subyace en la política a favor de los transgénicos y cómo este enfoque permite también orientar mejor las soluciones.
¿Qué es un producto transgénico?
Se dice transgénico a todo ser vivo modificado genéticamente de forma artificial, insertándole genes de otras especies, a fin de otorgarle alguna característica que no posee en el mundo natural. Por ejemplo, puede tomarse un gen de una bacteria e insertarla en el maíz, a fin de producir un “maíz insecticida”, que permite darles resistencia a los herbicidas.
¿Por qué se producen alimentos transgénicos?
Según sus defensores, esta tecnología tiene como fin aumentar el rendimiento de cultivos, ayudar a resolver el problema del hambre y mejorar la rentabilidad.
Pero el problema del hambre no se debe a la escasez sino a la desigual distribución del sistema capitalista. Argentina, por ejemplo, país de 40 millones de personas, produce alimentos para 400 millones, pero aun así mueren niños de hambre. Nunca hubo tanta producción y a la par tanta miseria.
Es que, además, hay estudios que demuestran que los transgénicos no rinden más que los cultivos naturales. Tras más de 20 años de uso de transgénicos en EEUU un estudio del New York Times, medio que no es precisamente de izquierda ni independiente, reconoce que la modificación genética en EEUU y Canadá no ha contribuido al aumento de la producción.
Entonces, la respuesta a esta pregunta es muy distinta. Para responder nos tenemos que hacer otra serie de preguntas:
Primero ¿Quiénes son los actores interesados en introducir los transgénicos en Bolivia? Nada menos que empresarios agropecuarios nacionales e internacionales latifundistas, que poseen el 50% de las tierras cultivables y que además son las más productivas. Sus voceros son representantes de la agroindustria de Oriente, de la CAINCO, de la CAO y de los ganaderos, junto a biólogos de empresas privadas y todo tipo de funcionarios y “doctores”.
Estos “especialistas” pretenden justificar los transgénicos como justifican el aumento de la frontera agrícola, hablando de seguridad alimentaria. Ya hemos señalado en el artículo “La Revolución Rusa, la Guerra del Gas y el Campesinado en Bolivia” como durante el gobierno de Evo Morales la importación de alimentos ha crecido (en la actualidad es de 700 millones de dólares año) a la par del incremento de la frontera agrícola, allí explicamos que esta contradicción se debe a que los cultivos agroindustriales no generan seguridad alimentaria, sino todo lo contrario, porque es poca variedad de productos que se exportan para engordar ganado o elaborar biocombustibles y sus beneficios son privados, dejando menos que migajas al Estado. Por el contrario, está firmemente comprobado que la producción campesina contribuye muchísimo más a la seguridad alimentaria.
Segundo ¿Quién produce los alimentos transgénicos?
5 compañías trasnacionales de la agro-biotecnología controlan el mercado mundial: Dupont, Syngenta, Bayer, Dow y, en particular, Monsanto que produce el 91% de las semillas transgénicas sembradas en el mundo.
Estas corporaciones obtienen ingresos por las patentes sobre los transgénicos y controlan el mercado de semillas, produciéndose algo nunca antes visto en la historia de la humanidad: se alteran, controlan y comercializan los granos básicos que alimentan a la humanidad: maíz, soja, canola, algodón, sorgo, arroz y trigo.
Pero eso no es todo, una semilla transgénica, como la soja, es un desarrollo biológico que forma parte de un paquete inseparable del herbicida al que está asociada, por eso es que, a más cantidad de soja, mayor cantidad de glifosato (conocido comúnmente por su marca comercial “Roundup”), que al igual que la semilla también es producida por Monsanto. El objetivo de las semillas tolerantes a herbicidas es "vender más producto", más herbicida.
Estos herbicidas matan todo, menos la planta transgénica, afectando los procesos que nutren el suelo. Las malas hierbas de todo el mundo se están volviendo tolerantes al Roundup - lo cual deja un hueco para que la industria venda nuevas semillas y más pesticidas. Las últimas semillas han sido diseñadas para resistir a dos herbicidas, y hay planes de introducir resistencia de a hasta cinco. Eso hará también que los agricultores para combatir las malas hierbas deban utilizar cada vez más tóxicos vendidos por las mismas empresas. Es un negocio redondo.
En argentina, tras 20 años de uso de este herbicida ya está firmemente comprobado sus efectos nocivos en la salud, causando cáncer y deformaciones. Al punto que ya hay leyes que impiden su uso en cercanías a zonas pobladas.
Las cifras del Departamento de Agricultura de EEUU muestran cómo el uso de herbicidas se ha disparado en la soja, uno de los principales cultivos transgénicos, multiplicándose dos veces y media en las últimas dos décadas, mientras que la superficie del cultivo crecía en menos de un tercio.
En Bolivia más del 37% de la tierra cultivable del país con soya transgénica resistente al glifosato de Monsanto. Sabemos que el 75% de los bosques en la amazonía de nuestro país son deforestados para plantar soya para la exportación.
La verdadera razón por la que se producen alimentos transgénicos:
El lucro. Así de simple. No sabemos si los transgénicos son malos en todo contexto, pero bajo el capitalismo esas modificaciones genéticas se realizan para acumular capital, sin reparar ni en el ser humano ni en la naturaleza, y más bien en contra de ellos. Para vender herbicidas y monopolizar las semillas. No se puede hablar de los transgénicos como si fuera un concepto independiente de tiempo y lugar, se producen en el contexto de relaciones capitalistas, las cuales los determinan.
Entonces, en el mundo de hoy hablar de transgénicos es hablar de glifosato, ambos producidos por Monsanto. Su utilización es fomentada por la agroindustria en manos latifundistas. El latifundio es una realidad tanto en los países de capitalismo atrasado como resabios semi feudales, como en los avanzados por efecto de la centralización de capital. Por este motivo, los transgénicos están penetrando en todos lados. Debemos comprender que transgénicos, herbicidas, latifundio, son inseparables, y todos ellos son expresión de gran propiedad privada. En la fase decadente del capitalismo la gran propiedad privada ha alcanzado lo absurdo, hasta las semillas tienen propietarios monopolistas.
¿Cómo combatir los transgénicos?
Resumiendo lo expresado, el capitalismo ha generado la gran propiedad privada, y es ésta la que determina los transgénicos. Cuando la agenda de octubre 2003 en nuestro país planteó erradicar el latifundio, de manera indirecta estaba negando a los transgénicos, pero lo hizo de forma millones de veces más efectiva que todos los partidos verdes que pretenden reformar el capitalismo, que jamás se atreverán a expropiar el latifundio. Pero en la época actual la única forma de acabar con el latifundio es con la revolución socialista. A la guerra del gas le faltó el partido revolucionario que hiciera evidente esta realidad a las grandes masas. El proceso se desvió y fue traicionado por el MAS que fortaleció mucho más el poder agroindustrial.
En definitiva, y mal que le pese a muchos ecologistas y luchadores contra los transgénicos, su lucha sólo puede ser consecuente y lograr éxito si se dirige contra las bases de la explotación capitalista. Con la economía planificada socialista se investigará si los transgénicos pueden llegar a ser compatibles con el cuidado medioambiental y del ser humano o si hay que desechar esa tecnología por completo. Sin embargo, algo es seguro, bajo el capitalismo sólo pueden ser sinónimo de lucro, monopolio y muerte.


El artículo contiene extractos textuales de los siguientes artículos:
20 años de transgénicos en Argentina: un modelo que solo alimenta ambiciones
Los organismos genéticamente modificados y los agrotóxicos
El New York Times carga contra las falsas promesas de los cultivos transgénicos
Queremos semillas libres de agrotóxicos

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