BRASIL: POR UN FRENTE ÚNICO OBRERO (Texto publicado en abril 2018 en nuestra página de Facebook)
https://www.facebook.com/notes/650277752257386/
ANÁLISIS
DE LA POLÍTICA DE LAS PRINCIPALES CORRIENTES DE LA IZQUIERDA TROTSKISTA
En
este artículo analizaremos la política que llevan adelante los partidos que se
reclaman del trotskismo en el caso brasilero, más concretamente en cuanto a las
diversas posturas en torno a la prisión a Lula. Concisamente se colocan en dos
grandes grupos, por un lado, el CIT (LSR en Brasil), la CRCI (PO en argentina)
y la FT (PTS en Argentina, MRT Brasil), y por el otro la UIT-CI (IS en
argentina) y la LIT-CI (PSTU en Brasil). Cuando hagamos referencia a la CRCI, a
la FT y a la UIT-CI los nombraremos mediante sus respectivas secciones
argentinas que al ser los grandes partidos que conforman el FIT el lector suele
estar más familiarizado con ellas.
Finalmente
detallaremos nuestra posición, que, como podrá comprobar el lector, es muy
diferente a las de las cinco corrientes mencionadas.
LA
POLÍTICA AMBIGUA EN LA IZQUIERDA EN EL CASO BRASILERO:
En la
izquierda revolucionaria el PTS, el PO y el CIT siguen una política ambigua
respecto del caso de Lula en Brasil.
El PT
en el poder dio continuidad e intentó materializar los proyectos del
imperialismo en la región. También aplicó una política claramente anti obrera
en defensa de los intereses de la burguesía cuando la crisis económica se hizo
presente. Estos dos puntos fundamentales, que se complementan mutuamente, no
están en debate en la izquierda trotskista. Todos están de acuerdo, y en sus
respectivas prensas se ofrecen pruebas en abundancia. Por lo que no vemos
necesario redundar sobre este punto.
Pero
este mismo hecho nos debe conducir a relativizar el pronóstico de apoyo del 40%
a Lula. No es un apoyo militante, ni siquiera esperanzado como lo fue en su primer
gobierno, sino el típico apoyo al “mal menor” ante una política agresiva de
tremendos ajustes y represiones del imperialismo. Pero aun así, es un mal menor
al que hoy votarían e incluso podrían movilizarse en su favor con tal de
derrocar a Temer.
La política
de estos partidos es ambigua porque si bien hacen permanente énfasis en la
movilización de masas para derrocar los planes del imperialismo yanqui que hoy
se llevan adelante a través de Temer, no sistematizan un plan de lucha
concreto, y algunos de sus dirigentes han hecho comentarios que se deslizan
hacia el embellecimiento de la democracia burguesa. El Frente Único Obrero que
al final del artículo proponemos lo han mencionado aisladamente como un simple
llamamiento en el vacío, pero sin desarrollar una estrategia clara que tenga
presente a las fuerzas políticas capaces de plasmarlo. Por estos elementos
contradictorios que generan confusión decimos que sus políticas son ambiguas.
Ilusiones
en la democracia burguesa y sus instituciones:
Cuando
dirigentes del PTS y el PO dicen que al pueblo brasilero se le está negando su
derecho a elegir al presidente que desea, hacen abstracción del carácter de
clase de la democracia, que, en Brasil, como en todo el mundo -donde existe- es
burguesa (en los Estados obreros vigentes no hay democracia obrera).
Políticamente esto significa sembrar ilusiones en éste tipo de democracia,
imponer una barrera a la concientización revolucionaria del proletariado. Los
brasileros que en un 40% votarían a Lula, no lo harían por poder elegir
libremente a quien quieran, sino porque lo consideran el mal menor entre las
opciones posibles. Es decir que, aunque no tengan plena conciencia de ello,
eligen a Lula y a su partido como a los administradores de los negocios de la
burguesía que consideran menos nocivos.
Los
marxistas, de acuerdo con Lenin, consideramos a la democracia como la forma de
gobierno burgués más propicia para la organización de la clase obrera, pero no
olvidamos en ningún momento que no es más que la forma más camuflada que puede
adquirir la dictadura del capital. Cabe aclarar que este postulado marxista no
se resiente en lo más mínimo porque un partido revolucionario participe en
elecciones. A fin de cuentas, por la diferencia abismal de recursos económicos
y mediáticos, y sobre todo por la hegemonía ideológica de la clase dominante,
el derecho al voto no es suficiente para darle a las masas la posibilidad de
elegir a los representantes de sus intereses de clase. Por eso el valor táctico
de las elecciones se reduce a utilizar el parlamento de tribuna revolucionaria.
Por
todo esto, hablar de libertad a elegir en el capitalismo es teóricamente
incorrecto y políticamente funesto. Este prejuicio burgués es particularmente
irritante cuando es expresado por un partido trotskista. Quizá el PTS se haya
embriagado con su experiencia electoral.
Si una
correlación de fuerzas especialmente favorable provoca el hecho –poco probable
– de hacer ganar elecciones a un partido revolucionario, ni siquiera entonces
significa que se ha plasmado la libertad a elegir de las masas. Para realizarse
todavía tiene que enfrentarse a los fusiles de las fuerzas represivas, último
refugio de la única libertad que verdaderamente defiende la burguesía: la
libertad de vivir del trabajo ajeno. Sin embargo, lo más probable, es que la
situación crítica derive en guerra civil abierta antes de que los
revolucionarios ganen las elecciones generales. Esto último significa que las
masas para triunfar tendrían que derrocar al presidente electo por el voto.
Frases muy similares a las que usan hoy dirigentes del PO y del PTS – tales
como “respeto al voto popular”, “respeto al presidente elegido
democráticamente”- las hemos oído muchísimas veces de los labios de los
dignatarios de la burguesía que pretendían así sostener a sus presidentes
repudiados por las masas (ej. De La Rúa).
Hace
pocos días fue encarcelado el alcalde de Cochabamba (Bolivia) Leyes, por
corrupción, hasta ahora no escuchamos al PTS boliviano (LORCI) evocar el
respeto al derecho del pueblo que eligió al representante que “deseó”,
esperamos no hacerlo, Leyes es un fascio que militó en la Juventud Cochala que
apaleó campesinos en el 2007. El PTS se rasga las vestiduras por el derecho a
elegir del pueblo en Brasil pero guarda un prudente silencio sobre Cochabamba.
Demandarle
a la justicia burguesa brasilera que libere a Lula bajo el argumento de que el
pueblo pueda “elegir libremente” es confundir al proletariado postrándolo ante
el institucionalismo burgués. “Chipi” Castillo, dirigente del PTS, dijo en una
entrevista que la justicia en Brasil no podía ser imparcial porque fue
presionada por el alto mando militar, con ello da la idea de que bajo otras
condiciones la justicia burguesa sería imparcial.
Estos
partidos justifican esta capitulación argumentando que en realidad no defienden
a Lula sino a las garantías democráticas. Alertan que si hoy es Lula, mañana
serán los dirigentes obreros combativos. Esto no es más que una escapatoria. La
burguesía nunca tuvo y nunca tendrá inconvenientes en encarcelar a los
revolucionarios cuando se vea impelida a hacerlo, de cualquier cosa y sin
prueba alguna. Creer que por defender a Lula se obtiene una garantía para el
futuro en una lucha de clases encarnizada es de una puerilidad asombrosa. Es
postrarse frente a una abstracción de justicia en lugar de apoyarse en la clase
trabajadora, única fuerza capaz de proteger a los revolucionarios y dirigentes
obreros combativos en los momentos más álgidos de la lucha.
¿Golpe
institucional o golpe de estado? ¿Bonapartismo o fascismo?
En
este punto es donde estos partidos cometen el error fundamental, que no es
aislado sino transversal a su política; la falta de claridad en la
caracterización de la situación en Brasil.
La
burguesía no tiene prejuicios democráticos, pisotea su propia institucionalidad
cada vez que le supone una barrera a sus intereses. Llegado el caso extremo
recurre al fascismo. Los golpes de aparato, que el PTS y el PO llaman golpe
institucional, son tan viejos como la democracia burguesa. Pero aquí, como
siempre en política, hay que diferenciar cantidad de calidad, esos golpes se
dan en el marco de la democracia burguesa, no crean una nueva calidad, es decir
no son fascismo. El PTS y el PO no han hecho ésta distinción. Sin establecer
una clara diferenciación entre golpe institucional y golpe de estado o fascismo
han caído en el error de hacer pasar a dos partidos de la democracia burguesa,
el PT y el partido de Temer, como antagonistas, el primero burgués democrático
y el segundo fascista. Por eso hablan del golpismo, o del golpe a secas, como
algo ya realizado, en la misma línea es el paralelo histórico que dirigentes
del PTS han establecido entre la situación en Brasil con Kornilov en Rusia en
1917 o con el golpe a Perón en el 55, mientras que Gabriel Solano del PO ha
afirmado que “es evidente que se dio un golpe de estado”. De ahí la conclusión
implícita en sus políticas oportunistas de que apoyar a Lula en contra de Temer
estaría justificado porque sería defender a la democracia en contra del
fascismo.
Vale
mencionar que incluso si así fuera sería incorrecto. Esa situación tendría la
ventaja, para estos partidos, de darles mayor facilidad de justificar su
política, pero seguiría siendo igual de incorrecto. Lula es incapaz de detener
el fascismo, por lo tanto, no es representante de la defensa de la democracia.
El partido revolucionario debe aplicar las tácticas que lleven a las masas a
convencerse de ello y a volcar sus simpatías hacia la vanguardia
revolucionaria, apoyar a Lula es lo contrario.
De
igual manera razonan cuando hacen mención a que hoy gobierna la derecha, lo
cual supondría que el PT no es derecha. Pero entonces ¿qué es? Obviamente es un
partido burgués. Los términos izquierda y derecha sirven para escapar a la caracterización
del carácter de clase de los partidos que es lo esencial. Así se capitula ante
el reformismo.
Tanto
el PT como el partido de Temer son bonapartistas, aunque muy diferentes; “En
los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol
decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al
proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El
gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la
relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso
proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de
índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En
realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital
extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura
policial [bonapartismo policiaco - militar], o maniobrando con el proletariado,
llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de
disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros
[bonapartismo conciliador]”[1]
El PT
es un gobierno bonapartista conciliador mientras que el de Temer es un
bonapartismo en su forma policiaco – militar. No se debe soslayar esta
diferencia que es muy importante. Si bien el PT en el gobierno estaba avanzando
en esa dirección, sus ritmos no se correspondían con los necesarios para la
acumulación de capital del imperialismo. En el marco de una clase obrera
cooptada y desilusionada políticamente tras trece años de un PT que en sus
inicios prometía grandes cambios, el imperialismo pudo establecer los golpes de
aparato necesarios para encumbrar a un gobierno menos permeable internamente a
la presión obrera (aunque no externamente, de ahí su forma bonapartista
policiaco militar).
En el
proceso alemán de crisis de la democracia que acabaría en el nazismo, Trotsky
señalaba la sucesión de gobiernos bonapartistas que ante la profundísima crisis
eran de un carácter policiaco militar cada vez más marcado. Los golpes de
aparato se sucedían en breves intervalos. Aun así, en ningún momento dejó de
explicar la enorme brecha que separaba a cualquiera de esos gobiernos con
Hitler, esa brecha es la que hay entre la democracia y el fascismo. Quien no
distinga este hecho y se maree con los golpes de aparato dentro de la
democracia no le queda otra que caer en errores políticos groseros.
Por lo
tanto, se puede decir que hay “golpismo” si entendemos por ello a los sucesivos
golpes de aparato que van restringiendo la democracia e instituciones que
suponen un obstáculo al capital financiero, es decir que aumentan el carácter
bonapartista policiaco militar del gobierno, pero sin llegar aún al golpe de
Estado o fascismo.
En el
último acto del FIT en la embajada de Brasil, Altamira (PO) interpelaba a IS
diciendo “Para quienes dicen que no hay golpe: estas represiones, estos
encarcelamientos, esta intervención militar, es apoyada por un movimiento
fachista […] que está representada por un militar que es un agente directo de
las fuerzas armadas” Todos estos elementos, importantes y característicos de un
golpe de estado, no son suficientes para distinguir bonapartismo de fascismo.
Lo esencialmente diferente del fascismo es que es producto de una relación de
fuerzas en extremo desfavorable para el proletariado después de una dura
derrota, que genera una forma de poder estatal no sólo caracterizado por un
dictador al servicio del capital financiero (eliminación del sistema electoral)
sino fundamentalmente por el ataque a las organizaciones obreras, hasta su
posible eliminación, la prohibición del derecho de huelga, de la libertad de
reunión y de prensa, entre otros. Por muchos golpes de aparato que haya, todo
esto no es posible sin un salto contra-revolucionario, es decir, sin un golpe
de Estado. Ese salto aún no se ha dado.
Esto
no quiere decir que descartemos la posibilidad de fascismo, de hecho “el
bonapartismo caracteriza el último plazo en que la vanguardia proletaria puede
tomar impulso para la conquista del poder”[2]. Si
el golpe ya se habría dado, como insinúan estos partidos, la clase obrera ya
habría sido derrotada, pero la situación es completamente diferente y por eso
el gobierno de Temer es altamente inestable. El PTS y el PO creen que con decir
que se ha dado un golpe en Brasil están alertando a los trabajadores y a la
izquierda sobre la magnitud real de la situación, pero es lo contrario, las
clases trabajadoras brasileras deben comprender que lo acontecido hasta ahora
es la punta del iceberg de lo que se está preparando, que no dejar presentarse
a un candidato a elecciones es una pequeñez comparado a lo que está en riesgo:
la posible eliminación física de sus organizaciones de clase, incluidos los
sindicatos. Las batallas decisivas están por venir. Quien afirme que el golpe
ya se ha dado, dificulta la organización obrera para esas batallas de vida o
muerte, mientras que su enemigo de clase se prepara para ellas
concienzudamente.
Por lo
tanto, que afirmemos que los presentes golpes de aparato en Brasil no son
fascismo, no significa que tomemos a la ligera la situación crítica en que se
encuentra Brasil, ni América Latina en su conjunto, pues estos golpes de
aparato que restringen la democracia burguesa son orquestados de acuerdo con la
política del imperialismo yanqui para toda la región. Ni significa que dejemos
de ver las grandes diferencias entre un PT formado a través de los sindicatos y
el partido de Temer de creación directa del capital financiero. La oleada
reaccionaria es un hecho incontestable.
LA
POLÍTICA SECTARIA EN LA IZQUIERDA EN EL CASO BRASILERO:
Otro
sector muy importante de la izquierda, más concretamente los partidos
morenistas, IS y la LIT-CI, están en el extremo opuesto.
Ante
la obviedad de que tanto Temer como Lula son representantes de la burguesía,
ante los hechos comprobados de que los negocios imperialistas siempre
estuvieron asegurados con el PT y de la política anti obrera y represiva que
aplicó este partido. Sosteniendo que los actos de corrupción del PT son
irrefutables. Enumerando una larga lista que no deja lugar a discusión sobre
estos puntos. Enfatizando el hecho de que Temer promovió el desafuero a Dilma
siendo su vicepresidente, y que lo era a raíz de los acuerdos y del giro cada
vez más acentuado del PT hacia el capital financiero. Apoyados sobre esta
abrumadora evidencia, concluyen que Lula y Temer son esencialmente lo mismo y
que por lo tanto no tienen por qué intervenir en la lucha entre ellos.
De
esta manera, se convierten en espectadores del gran drama que conmueve a
Brasil. Esta política de la postración es ajena al marxismo que es la política
de la acción revolucionaria. El marxismo siempre enseño a aprovechar las
diferencias en el campo enemigo. Trotsky destino innumerables páginas en
diferenciar a un gobierno burgués de otro, a fin de aplicar las tácticas
convenientes en cada momento. Para esta gente la política se reduce a una suma
algebraica. El oportunismo del PTS y del PO se basa al menos en un intento de
acercarse a los obreros que apoyan a Lula en diversa medida, el sectarismo de
estos partidos morenistas ni siquiera se plantea la necesidad de acercarse a
esa enorme masa obrera.
La
política sectaria muestra su trasfondo oportunista cuando para abstenerse a
interceder en la pugna inter burguesa hace eco de la corrupción de Lula. Esto
es secundario, lo importante es que el imperialismo busca con esta acusación dar
el golpe más rápido y efectivo a las clases trabajadoras brasileras. El partido
que hace coro del imperialismo en este punto desvía la atención de las masas de
la cuestión fundamental.
IS y
la LIT-CI, después de enunciar una cantidad de verdades irrefutables, que no
son más que generalidades, llaman a construir el partido revolucionario que
hará la futura revolución brasilera, pero no dan la más mínima idea de cómo se
logrará aquello. Estos partidos podrán decir mañana que no se ensuciaron las
manos, harán gala de su purismo, pero no tenderán puente alguno hacia las masas
brasileras que se encuentran en el lodo de la lucha de clases.
Esta
política sectaria es particularmente funesta en el caso de la LIT-CI que tiene
un peso político significativo en Brasil al dirigir la sindical CONLUTAS.
LA
POLÍTICA REVOLUCIONARIA EN LA ACTUAL COYUNTURA:
El PT
es un partido burgués de base obrera. Fue formado a través de los sindicatos.
En la actualidad mantiene un peso grande en los mismos, más concretamente los
mantiene atenazados mediante una fuerte burocracia sindical. Así y todo un
amplio sector del proletariado lo considera el mal menor, y piensa, muy
acertadamente, que cuando menos al burócrata sindical del PT se le puede hacer
sentir la presión de la base obrera más directamente que al Wall Street.
Las
clases trabajadoras brasileras ya han hecho una larga experiencia con el PT,
pero sin un partido revolucionario que explote ese desgaste en provecho de una
salida socialista a la crisis, la clase puede caer en la apatía y el
beneficiado de ese estado de ánimo momentáneo es el imperialismo. Luego, al
cabo de un tiempo de grandes penurias las masas pueden volver a apoyar al
reformismo bajo el lema de que “con el PT no estábamos bien pero si mucho mejor
que ahora” e incluso pueden estar dispuestas a movilizarse para concretarlo.
Este proceso destaca la gran dinámica de los estados de ánimo de la masa obrera
así como de la relación de fuerzas entre las clases. El partido revolucionario
debe seguir atentamente estos cambios que son el elemento esencial para
determinar su táctica.
Los
revolucionarios debemos impulsar una política que, teniendo en cuenta el apoyo
actual a Lula y sobre la base de este apoyo, permita a estas masas hacer una
nueva experiencia en la que pongan a prueba a los dirigentes del Lulismo. Para
que esta experiencia sea fructífera para el partido revolucionario es necesario
que las masas puedan evaluar a cada paso la política conciliadora y
capituladora del PT a través de una audaz política revolucionaria que le haga
de parámetro. Tal como enseña la historia de la lucha de clases una experiencia
práctica es para las masas una escuela mil veces más aleccionadora que las
proclamas mejor elaboradas.
Para
que una política de tales características no caiga en el oportunismo es preciso
en todo momento contar con las masas y no con llamados abstractos a la justicia
y a la democracia. Es el proletariado el único capaz de doblegar a la justicia
burguesa a fuerza de movilizaciones y métodos de acción directa. Si Lula evita
la cárcel sin lucha ello no significará que doblegue a la justicia sino
exactamente lo contrario, su libertad será a costa de una profundización de su
subordinación al capital financiero.
Como
bien han apuntado el CIT, el PTS y el PO, Lula quiere pactar, renuncia a la
movilización de masas. Esto no tiene nada de sorprendente para los
revolucionarios, pero en cambio sería muy esclarecedor para los trabajadores si
un partido se los pudiera hacer evidente.
La
única forma de hacerlo es proponer públicamente al PT un FRENTE ÚNICO OBRERO
con una serie de derechos a defender ante la embestida imperialista, empezando
por movilizaciones contra la prisión a Lula, no porque sean falsas las
acusaciones de corrupción ni por el derecho de las masas a elegir a quien
“desean”, sino porque se usan de argucia para los planes anti obreros del
imperialismo que se pretenden materializar a través de un socio de Lula en
grandes negocios en el pasado como Temer, he aquí la hipocresía sin límites del
imperialismo.
Por un
lado el Frente Único Obrero estará dirigido claramente contra los planes que el
imperialismo pretende implantar a través de Temer. Por otro lado, se expondrá a
los dirigentes del PT ante las masas que lo apoyan. Éstas comprobarán en los
hechos que los revolucionarios somos muchísimo más consecuentes que el PT en
llevar adelante el programa acordado. Si el PT se niega a aceptar el frente
también se expondrá visiblemente al renunciar a una lucha contra las fuerzas
que la clase obrera ve hoy como el principal enemigo. Sólo por esta vía,
explotando las diferencias entre ellos, desarrollaremos una política en contra
de ambos partidos burgueses. De una forma u otra los revolucionarios
afianzaremos nuestras posiciones.
El
Frente Único Obrero no es, ni puede ser, un frente electoral. Es un frente de
lucha, conformado para detener la avanzada reaccionaria. Se materializa a
través de la lucha callejera, la conformación de cordones obreros y comités de
autodefensa en los centros de trabajo, con la huelga como método proletario por
excelencia.
La
esencia misma del frente implica la plena independencia político-organizativa,
la plena libertad a desplegar las propias banderas y programa. En una palabra
el lema clásico del frente único: “golpear juntos pero marchar separados”.
El
único partido revolucionario que tiene el peso suficiente para proponerle al PT
el Frente Único Obrero es la LIT-CI que como vimos sigue una política sectaria.
De este modo, hacemos un llamado a las bases de la LIT-CI a que reflexionen
sobre la pertinencia del frente único proletario en esta etapa y que impongan a
su dirección una política que intervenga en la lucha de clases tal como se
presenta y de manera de combatir la política de Temer y al mismo tiempo desarraigar
las renovadas ilusiones del proletariado en el Lulismo.
También
debe lograrse que el PSOL se sume al pedido de frente único. No depositamos
ilusiones en la dirección del PSOL. Deben ser los partidos que se reclaman del
trotskismo al interior del PSOL los que deben hacer un frente único ente ellos
para presionar a este partido amplio a proponerle el Frente Único Obrero al PT.
Más específicamente nos referimos al CIT y al PTS (si bien este último todavía
pretende ingresar).
Finalmente,
coincidimos plenamente con Altamira del PO que lo que acontece en Brasil es
parte del plan del imperialismo yanqui para toda la región y va de la mano con
la militarización del mundo entero y que lo acertado es convocar una
conferencia internacional de la izquierda obrera y socialista para elaborar un
plan de lucha contra la oleada reaccionaria en Brasil y América Latina en su
conjunto, por la independencia de clase y el socialismo.
Llamamos
a las bases de estos cinco partidos trotskistas a replantearse el caso
brasilero, discutiendo la pertinencia o no de nuestras críticas, y si las
encuentran acertadas, buscar los mecanismos para que la autocrítica se abra
paso en el partido.
[1] León
Trotsky – La industria nacionalizada y la administración obrera.
[2] León
Trotsky - Otra vez sobre la cuestión del bonapartismo (Marzo de 1935).
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