BRASIL: POR UN FRENTE ÚNICO OBRERO (Texto publicado en abril 2018 en nuestra página de Facebook)

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ANÁLISIS DE LA POLÍTICA DE LAS PRINCIPALES CORRIENTES DE LA IZQUIERDA TROTSKISTA



En este artículo analizaremos la política que llevan adelante los partidos que se reclaman del trotskismo en el caso brasilero, más concretamente en cuanto a las diversas posturas en torno a la prisión a Lula. Concisamente se colocan en dos grandes grupos, por un lado, el CIT (LSR en Brasil), la CRCI (PO en argentina) y la FT (PTS en Argentina, MRT Brasil), y por el otro la UIT-CI (IS en argentina) y la LIT-CI (PSTU en Brasil). Cuando hagamos referencia a la CRCI, a la FT y a la UIT-CI los nombraremos mediante sus respectivas secciones argentinas que al ser los grandes partidos que conforman el FIT el lector suele estar más familiarizado con ellas.



Finalmente detallaremos nuestra posición, que, como podrá comprobar el lector, es muy diferente a las de las cinco corrientes mencionadas.



LA POLÍTICA AMBIGUA EN LA IZQUIERDA EN EL CASO BRASILERO:



En la izquierda revolucionaria el PTS, el PO y el CIT siguen una política ambigua respecto del caso de Lula en Brasil.



El PT en el poder dio continuidad e intentó materializar los proyectos del imperialismo en la región. También aplicó una política claramente anti obrera en defensa de los intereses de la burguesía cuando la crisis económica se hizo presente. Estos dos puntos fundamentales, que se complementan mutuamente, no están en debate en la izquierda trotskista. Todos están de acuerdo, y en sus respectivas prensas se ofrecen pruebas en abundancia. Por lo que no vemos necesario redundar sobre este punto.



Pero este mismo hecho nos debe conducir a relativizar el pronóstico de apoyo del 40% a Lula. No es un apoyo militante, ni siquiera esperanzado como lo fue en su primer gobierno, sino el típico apoyo al “mal menor” ante una política agresiva de tremendos ajustes y represiones del imperialismo. Pero aun así, es un mal menor al que hoy votarían e incluso podrían movilizarse en su favor con tal de derrocar a Temer.



La política de estos partidos es ambigua porque si bien hacen permanente énfasis en la movilización de masas para derrocar los planes del imperialismo yanqui que hoy se llevan adelante a través de Temer, no sistematizan un plan de lucha concreto, y algunos de sus dirigentes han hecho comentarios que se deslizan hacia el embellecimiento de la democracia burguesa. El Frente Único Obrero que al final del artículo proponemos lo han mencionado aisladamente como un simple llamamiento en el vacío, pero sin desarrollar una estrategia clara que tenga presente a las fuerzas políticas capaces de plasmarlo. Por estos elementos contradictorios que generan confusión decimos que sus políticas son ambiguas.



Ilusiones en la democracia burguesa y sus instituciones:



Cuando dirigentes del PTS y el PO dicen que al pueblo brasilero se le está negando su derecho a elegir al presidente que desea, hacen abstracción del carácter de clase de la democracia, que, en Brasil, como en todo el mundo -donde existe- es burguesa (en los Estados obreros vigentes no hay democracia obrera). Políticamente esto significa sembrar ilusiones en éste tipo de democracia, imponer una barrera a la concientización revolucionaria del proletariado. Los brasileros que en un 40% votarían a Lula, no lo harían por poder elegir libremente a quien quieran, sino porque lo consideran el mal menor entre las opciones posibles. Es decir que, aunque no tengan plena conciencia de ello, eligen a Lula y a su partido como a los administradores de los negocios de la burguesía que consideran menos nocivos.



Los marxistas, de acuerdo con Lenin, consideramos a la democracia como la forma de gobierno burgués más propicia para la organización de la clase obrera, pero no olvidamos en ningún momento que no es más que la forma más camuflada que puede adquirir la dictadura del capital. Cabe aclarar que este postulado marxista no se resiente en lo más mínimo porque un partido revolucionario participe en elecciones. A fin de cuentas, por la diferencia abismal de recursos económicos y mediáticos, y sobre todo por la hegemonía ideológica de la clase dominante, el derecho al voto no es suficiente para darle a las masas la posibilidad de elegir a los representantes de sus intereses de clase. Por eso el valor táctico de las elecciones se reduce a utilizar el parlamento de tribuna revolucionaria.



Por todo esto, hablar de libertad a elegir en el capitalismo es teóricamente incorrecto y políticamente funesto. Este prejuicio burgués es particularmente irritante cuando es expresado por un partido trotskista. Quizá el PTS se haya embriagado con su experiencia electoral.



Si una correlación de fuerzas especialmente favorable provoca el hecho –poco probable – de hacer ganar elecciones a un partido revolucionario, ni siquiera entonces significa que se ha plasmado la libertad a elegir de las masas. Para realizarse todavía tiene que enfrentarse a los fusiles de las fuerzas represivas, último refugio de la única libertad que verdaderamente defiende la burguesía: la libertad de vivir del trabajo ajeno. Sin embargo, lo más probable, es que la situación crítica derive en guerra civil abierta antes de que los revolucionarios ganen las elecciones generales. Esto último significa que las masas para triunfar tendrían que derrocar al presidente electo por el voto. Frases muy similares a las que usan hoy dirigentes del PO y del PTS – tales como “respeto al voto popular”, “respeto al presidente elegido democráticamente”- las hemos oído muchísimas veces de los labios de los dignatarios de la burguesía que pretendían así sostener a sus presidentes repudiados por las masas (ej. De La Rúa).



Hace pocos días fue encarcelado el alcalde de Cochabamba (Bolivia) Leyes, por corrupción, hasta ahora no escuchamos al PTS boliviano (LORCI) evocar el respeto al derecho del pueblo que eligió al representante que “deseó”, esperamos no hacerlo, Leyes es un fascio que militó en la Juventud Cochala que apaleó campesinos en el 2007. El PTS se rasga las vestiduras por el derecho a elegir del pueblo en Brasil pero guarda un prudente silencio sobre Cochabamba.



Demandarle a la justicia burguesa brasilera que libere a Lula bajo el argumento de que el pueblo pueda “elegir libremente” es confundir al proletariado postrándolo ante el institucionalismo burgués. “Chipi” Castillo, dirigente del PTS, dijo en una entrevista que la justicia en Brasil no podía ser imparcial porque fue presionada por el alto mando militar, con ello da la idea de que bajo otras condiciones la justicia burguesa sería imparcial.



Estos partidos justifican esta capitulación argumentando que en realidad no defienden a Lula sino a las garantías democráticas. Alertan que si hoy es Lula, mañana serán los dirigentes obreros combativos. Esto no es más que una escapatoria. La burguesía nunca tuvo y nunca tendrá inconvenientes en encarcelar a los revolucionarios cuando se vea impelida a hacerlo, de cualquier cosa y sin prueba alguna. Creer que por defender a Lula se obtiene una garantía para el futuro en una lucha de clases encarnizada es de una puerilidad asombrosa. Es postrarse frente a una abstracción de justicia en lugar de apoyarse en la clase trabajadora, única fuerza capaz de proteger a los revolucionarios y dirigentes obreros combativos en los momentos más álgidos de la lucha.



¿Golpe institucional o golpe de estado? ¿Bonapartismo o fascismo?



En este punto es donde estos partidos cometen el error fundamental, que no es aislado sino transversal a su política; la falta de claridad en la caracterización de la situación en Brasil.



La burguesía no tiene prejuicios democráticos, pisotea su propia institucionalidad cada vez que le supone una barrera a sus intereses. Llegado el caso extremo recurre al fascismo. Los golpes de aparato, que el PTS y el PO llaman golpe institucional, son tan viejos como la democracia burguesa. Pero aquí, como siempre en política, hay que diferenciar cantidad de calidad, esos golpes se dan en el marco de la democracia burguesa, no crean una nueva calidad, es decir no son fascismo. El PTS y el PO no han hecho ésta distinción. Sin establecer una clara diferenciación entre golpe institucional y golpe de estado o fascismo han caído en el error de hacer pasar a dos partidos de la democracia burguesa, el PT y el partido de Temer, como antagonistas, el primero burgués democrático y el segundo fascista. Por eso hablan del golpismo, o del golpe a secas, como algo ya realizado, en la misma línea es el paralelo histórico que dirigentes del PTS han establecido entre la situación en Brasil con Kornilov en Rusia en 1917 o con el golpe a Perón en el 55, mientras que Gabriel Solano del PO ha afirmado que “es evidente que se dio un golpe de estado”. De ahí la conclusión implícita en sus políticas oportunistas de que apoyar a Lula en contra de Temer estaría justificado porque sería defender a la democracia en contra del fascismo.



Vale mencionar que incluso si así fuera sería incorrecto. Esa situación tendría la ventaja, para estos partidos, de darles mayor facilidad de justificar su política, pero seguiría siendo igual de incorrecto. Lula es incapaz de detener el fascismo, por lo tanto, no es representante de la defensa de la democracia. El partido revolucionario debe aplicar las tácticas que lleven a las masas a convencerse de ello y a volcar sus simpatías hacia la vanguardia revolucionaria, apoyar a Lula es lo contrario.



De igual manera razonan cuando hacen mención a que hoy gobierna la derecha, lo cual supondría que el PT no es derecha. Pero entonces ¿qué es? Obviamente es un partido burgués. Los términos izquierda y derecha sirven para escapar a la caracterización del carácter de clase de los partidos que es lo esencial. Así se capitula ante el reformismo.



Tanto el PT como el partido de Temer son bonapartistas, aunque muy diferentes; “En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial [bonapartismo policiaco - militar], o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros [bonapartismo conciliador]”[1]



El PT es un gobierno bonapartista conciliador mientras que el de Temer es un bonapartismo en su forma policiaco – militar. No se debe soslayar esta diferencia que es muy importante. Si bien el PT en el gobierno estaba avanzando en esa dirección, sus ritmos no se correspondían con los necesarios para la acumulación de capital del imperialismo. En el marco de una clase obrera cooptada y desilusionada políticamente tras trece años de un PT que en sus inicios prometía grandes cambios, el imperialismo pudo establecer los golpes de aparato necesarios para encumbrar a un gobierno menos permeable internamente a la presión obrera (aunque no externamente, de ahí su forma bonapartista policiaco militar).



En el proceso alemán de crisis de la democracia que acabaría en el nazismo, Trotsky señalaba la sucesión de gobiernos bonapartistas que ante la profundísima crisis eran de un carácter policiaco militar cada vez más marcado. Los golpes de aparato se sucedían en breves intervalos. Aun así, en ningún momento dejó de explicar la enorme brecha que separaba a cualquiera de esos gobiernos con Hitler, esa brecha es la que hay entre la democracia y el fascismo. Quien no distinga este hecho y se maree con los golpes de aparato dentro de la democracia no le queda otra que caer en errores políticos groseros.



Por lo tanto, se puede decir que hay “golpismo” si entendemos por ello a los sucesivos golpes de aparato que van restringiendo la democracia e instituciones que suponen un obstáculo al capital financiero, es decir que aumentan el carácter bonapartista policiaco militar del gobierno, pero sin llegar aún al golpe de Estado o fascismo.



En el último acto del FIT en la embajada de Brasil, Altamira (PO) interpelaba a IS diciendo “Para quienes dicen que no hay golpe: estas represiones, estos encarcelamientos, esta intervención militar, es apoyada por un movimiento fachista […] que está representada por un militar que es un agente directo de las fuerzas armadas” Todos estos elementos, importantes y característicos de un golpe de estado, no son suficientes para distinguir bonapartismo de fascismo. Lo esencialmente diferente del fascismo es que es producto de una relación de fuerzas en extremo desfavorable para el proletariado después de una dura derrota, que genera una forma de poder estatal no sólo caracterizado por un dictador al servicio del capital financiero (eliminación del sistema electoral) sino fundamentalmente por el ataque a las organizaciones obreras, hasta su posible eliminación, la prohibición del derecho de huelga, de la libertad de reunión y de prensa, entre otros. Por muchos golpes de aparato que haya, todo esto no es posible sin un salto contra-revolucionario, es decir, sin un golpe de Estado. Ese salto aún no se ha dado.



Esto no quiere decir que descartemos la posibilidad de fascismo, de hecho “el bonapartismo caracteriza el último plazo en que la vanguardia proletaria puede tomar impulso para la conquista del poder”[2]. Si el golpe ya se habría dado, como insinúan estos partidos, la clase obrera ya habría sido derrotada, pero la situación es completamente diferente y por eso el gobierno de Temer es altamente inestable. El PTS y el PO creen que con decir que se ha dado un golpe en Brasil están alertando a los trabajadores y a la izquierda sobre la magnitud real de la situación, pero es lo contrario, las clases trabajadoras brasileras deben comprender que lo acontecido hasta ahora es la punta del iceberg de lo que se está preparando, que no dejar presentarse a un candidato a elecciones es una pequeñez comparado a lo que está en riesgo: la posible eliminación física de sus organizaciones de clase, incluidos los sindicatos. Las batallas decisivas están por venir. Quien afirme que el golpe ya se ha dado, dificulta la organización obrera para esas batallas de vida o muerte, mientras que su enemigo de clase se prepara para ellas concienzudamente.



Por lo tanto, que afirmemos que los presentes golpes de aparato en Brasil no son fascismo, no significa que tomemos a la ligera la situación crítica en que se encuentra Brasil, ni América Latina en su conjunto, pues estos golpes de aparato que restringen la democracia burguesa son orquestados de acuerdo con la política del imperialismo yanqui para toda la región. Ni significa que dejemos de ver las grandes diferencias entre un PT formado a través de los sindicatos y el partido de Temer de creación directa del capital financiero. La oleada reaccionaria es un hecho incontestable.



LA POLÍTICA SECTARIA EN LA IZQUIERDA EN EL CASO BRASILERO:



Otro sector muy importante de la izquierda, más concretamente los partidos morenistas, IS y la LIT-CI, están en el extremo opuesto.



Ante la obviedad de que tanto Temer como Lula son representantes de la burguesía, ante los hechos comprobados de que los negocios imperialistas siempre estuvieron asegurados con el PT y de la política anti obrera y represiva que aplicó este partido. Sosteniendo que los actos de corrupción del PT son irrefutables. Enumerando una larga lista que no deja lugar a discusión sobre estos puntos. Enfatizando el hecho de que Temer promovió el desafuero a Dilma siendo su vicepresidente, y que lo era a raíz de los acuerdos y del giro cada vez más acentuado del PT hacia el capital financiero. Apoyados sobre esta abrumadora evidencia, concluyen que Lula y Temer son esencialmente lo mismo y que por lo tanto no tienen por qué intervenir en la lucha entre ellos.



De esta manera, se convierten en espectadores del gran drama que conmueve a Brasil. Esta política de la postración es ajena al marxismo que es la política de la acción revolucionaria. El marxismo siempre enseño a aprovechar las diferencias en el campo enemigo. Trotsky destino innumerables páginas en diferenciar a un gobierno burgués de otro, a fin de aplicar las tácticas convenientes en cada momento. Para esta gente la política se reduce a una suma algebraica. El oportunismo del PTS y del PO se basa al menos en un intento de acercarse a los obreros que apoyan a Lula en diversa medida, el sectarismo de estos partidos morenistas ni siquiera se plantea la necesidad de acercarse a esa enorme masa obrera.



La política sectaria muestra su trasfondo oportunista cuando para abstenerse a interceder en la pugna inter burguesa hace eco de la corrupción de Lula. Esto es secundario, lo importante es que el imperialismo busca con esta acusación dar el golpe más rápido y efectivo a las clases trabajadoras brasileras. El partido que hace coro del imperialismo en este punto desvía la atención de las masas de la cuestión fundamental.



IS y la LIT-CI, después de enunciar una cantidad de verdades irrefutables, que no son más que generalidades, llaman a construir el partido revolucionario que hará la futura revolución brasilera, pero no dan la más mínima idea de cómo se logrará aquello. Estos partidos podrán decir mañana que no se ensuciaron las manos, harán gala de su purismo, pero no tenderán puente alguno hacia las masas brasileras que se encuentran en el lodo de la lucha de clases.



Esta política sectaria es particularmente funesta en el caso de la LIT-CI que tiene un peso político significativo en Brasil al dirigir la sindical CONLUTAS.



LA POLÍTICA REVOLUCIONARIA EN LA ACTUAL COYUNTURA:



El PT es un partido burgués de base obrera. Fue formado a través de los sindicatos. En la actualidad mantiene un peso grande en los mismos, más concretamente los mantiene atenazados mediante una fuerte burocracia sindical. Así y todo un amplio sector del proletariado lo considera el mal menor, y piensa, muy acertadamente, que cuando menos al burócrata sindical del PT se le puede hacer sentir la presión de la base obrera más directamente que al Wall Street.



Las clases trabajadoras brasileras ya han hecho una larga experiencia con el PT, pero sin un partido revolucionario que explote ese desgaste en provecho de una salida socialista a la crisis, la clase puede caer en la apatía y el beneficiado de ese estado de ánimo momentáneo es el imperialismo. Luego, al cabo de un tiempo de grandes penurias las masas pueden volver a apoyar al reformismo bajo el lema de que “con el PT no estábamos bien pero si mucho mejor que ahora” e incluso pueden estar dispuestas a movilizarse para concretarlo. Este proceso destaca la gran dinámica de los estados de ánimo de la masa obrera así como de la relación de fuerzas entre las clases. El partido revolucionario debe seguir atentamente estos cambios que son el elemento esencial para determinar su táctica.



Los revolucionarios debemos impulsar una política que, teniendo en cuenta el apoyo actual a Lula y sobre la base de este apoyo, permita a estas masas hacer una nueva experiencia en la que pongan a prueba a los dirigentes del Lulismo. Para que esta experiencia sea fructífera para el partido revolucionario es necesario que las masas puedan evaluar a cada paso la política conciliadora y capituladora del PT a través de una audaz política revolucionaria que le haga de parámetro. Tal como enseña la historia de la lucha de clases una experiencia práctica es para las masas una escuela mil veces más aleccionadora que las proclamas mejor elaboradas.



Para que una política de tales características no caiga en el oportunismo es preciso en todo momento contar con las masas y no con llamados abstractos a la justicia y a la democracia. Es el proletariado el único capaz de doblegar a la justicia burguesa a fuerza de movilizaciones y métodos de acción directa. Si Lula evita la cárcel sin lucha ello no significará que doblegue a la justicia sino exactamente lo contrario, su libertad será a costa de una profundización de su subordinación al capital financiero.



Como bien han apuntado el CIT, el PTS y el PO, Lula quiere pactar, renuncia a la movilización de masas. Esto no tiene nada de sorprendente para los revolucionarios, pero en cambio sería muy esclarecedor para los trabajadores si un partido se los pudiera hacer evidente.



La única forma de hacerlo es proponer públicamente al PT un FRENTE ÚNICO OBRERO con una serie de derechos a defender ante la embestida imperialista, empezando por movilizaciones contra la prisión a Lula, no porque sean falsas las acusaciones de corrupción ni por el derecho de las masas a elegir a quien “desean”, sino porque se usan de argucia para los planes anti obreros del imperialismo que se pretenden materializar a través de un socio de Lula en grandes negocios en el pasado como Temer, he aquí la hipocresía sin límites del imperialismo.



Por un lado el Frente Único Obrero estará dirigido claramente contra los planes que el imperialismo pretende implantar a través de Temer. Por otro lado, se expondrá a los dirigentes del PT ante las masas que lo apoyan. Éstas comprobarán en los hechos que los revolucionarios somos muchísimo más consecuentes que el PT en llevar adelante el programa acordado. Si el PT se niega a aceptar el frente también se expondrá visiblemente al renunciar a una lucha contra las fuerzas que la clase obrera ve hoy como el principal enemigo. Sólo por esta vía, explotando las diferencias entre ellos, desarrollaremos una política en contra de ambos partidos burgueses. De una forma u otra los revolucionarios afianzaremos nuestras posiciones.



El Frente Único Obrero no es, ni puede ser, un frente electoral. Es un frente de lucha, conformado para detener la avanzada reaccionaria. Se materializa a través de la lucha callejera, la conformación de cordones obreros y comités de autodefensa en los centros de trabajo, con la huelga como método proletario por excelencia.



La esencia misma del frente implica la plena independencia político-organizativa, la plena libertad a desplegar las propias banderas y programa. En una palabra el lema clásico del frente único: “golpear juntos pero marchar separados”.



El único partido revolucionario que tiene el peso suficiente para proponerle al PT el Frente Único Obrero es la LIT-CI que como vimos sigue una política sectaria. De este modo, hacemos un llamado a las bases de la LIT-CI a que reflexionen sobre la pertinencia del frente único proletario en esta etapa y que impongan a su dirección una política que intervenga en la lucha de clases tal como se presenta y de manera de combatir la política de Temer y al mismo tiempo desarraigar las renovadas ilusiones del proletariado en el Lulismo.



También debe lograrse que el PSOL se sume al pedido de frente único. No depositamos ilusiones en la dirección del PSOL. Deben ser los partidos que se reclaman del trotskismo al interior del PSOL los que deben hacer un frente único ente ellos para presionar a este partido amplio a proponerle el Frente Único Obrero al PT. Más específicamente nos referimos al CIT y al PTS (si bien este último todavía pretende ingresar).



Finalmente, coincidimos plenamente con Altamira del PO que lo que acontece en Brasil es parte del plan del imperialismo yanqui para toda la región y va de la mano con la militarización del mundo entero y que lo acertado es convocar una conferencia internacional de la izquierda obrera y socialista para elaborar un plan de lucha contra la oleada reaccionaria en Brasil y América Latina en su conjunto, por la independencia de clase y el socialismo.



Llamamos a las bases de estos cinco partidos trotskistas a replantearse el caso brasilero, discutiendo la pertinencia o no de nuestras críticas, y si las encuentran acertadas, buscar los mecanismos para que la autocrítica se abra paso en el partido.





[1] León Trotsky – La industria nacionalizada y la administración obrera.





[2] León Trotsky - Otra vez sobre la cuestión del bonapartismo (Marzo de 1935).

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